Fútbol, cine y peronismo. Breve contrapunto entre “Pelota de trapo” y “El hincha”


En el cine clásico argentino hay al menos dos películas que giran en torno al fútbol. La primera -cronológicamente- es una película de Leopoldo Torres Ríos llamada Pelota de trapo (1948), que fue un éxito comercial en su momento, y en la cual tuvo un rol clave Armando Bó, productor (a través de su compañía Sociedad Independiente Filmadora Argentina) y protagonista. Ya el título apunta a una dimensión de lo futbolístico ligada a lo barrial, al potrero. La película, de hecho, se encuentra separada en dos partes: la primera mitad, aproximadamente, transcurre durante la infancia de su protagonista, Eduardo “Comeúñas” Díaz. En este momento Comeúñas tiene aproximadamente diez años y juega al fútbol con sus amigos del barrio. La representación de los lugares comunes de la clase popular argentina de la primera mitad del siglo XX es el eje que estructura esta parte del relato. Por ejemplo, “Comeúñas” tiene grandes capacidades para lo futbolístico, mientras que su hermano es estudioso y aspira a ser médico (el primero de la familia en pasar por la universidad, se apunta). Otro ejemplo: la vida de los niños gira entre el potrero, la iglesia y la familia. El rol de la iglesia es fundamental: es un espacio cálido, al cual los niños pueden acercarse a rezar y “pasar el rato”. El cura es básicamente una buena persona, que entiende a su templo como un espacio de recreación para atraer a los niños a la religión. No le molesta, por ejemplo, que los chicos se cuelen en el patio de la iglesia para ir a buscar una pelota perdida. Incluso los invita a pasar por la puerta para que no tengan que escabullirse por unas rejas. Algo de sumo interés es el carácter directo y nada irónico de este acercamiento a las instituciones. Se trata de una mirada que hoy sería considerada indudablemente rancia. En la misma línea se inscribe, por ejemplo, la caricaturización que se realiza de los judíos, a través de un comerciante que vive pensando en el dinero.

pelota de trapo 1

El éxito de Pelota de trapo es demostrado por el hecho de que, pocos meses después del estreno de la película, se fundó un club de fútbol llamado Sacachispas Fútbol Club, como el de la película, que tuvo al por aquel entonces presidente Juan Domingo Perón como primer presidente honorario. Volvamos a la ficción: durante la segunda mitad del film, que transcurre en la juventud/adultez de “Comeúñas”, se siguen desarrollando los motivos de la primera parte. Los personajes crecieron y los “destinos” sociales de los personajes siguieron el transcurso que uno podía prever: el buen futbolista se convierte en un crack, el que de pequeño leía libros se convierte en estudiante avanzado de medicina, con marcado estereotipo de “intelectual”, el judío sigue pensando sólo en dinero, la parejita protagónica que se vislumbraba a los diez años se confirma en la juventud/adultez, y así sucesivamente. La mirada sociológica de Torres Ríos resulta chata, en tanto el énfasis en los rasgos típicos o tradicionales de los sectores populares argentinos es en realidad una confirmación de prejuicios y lugares comunes. De este modo, la película apela a ciertos elementos negativos del neorrealismo –corriente cinematográfica en la cual se inscribe–, y eclipsa algunos logros aislados, resultado de un intimismo característico del cine del director. No es sorpresa, tampoco, que esta perspectiva paternalista haya sido tan exitosa, posicionando a la película de Torres Ríos como uno de los éxitos cinematográficos del período.

Otra película que gira en torno al mundo del fútbol es El hincha (1951), de Manuel Romero. Tal vez el gran director de comedias del cine clásico argentino, Romero aprovecha a El hincha para realizar un retrato del barrio y de lo popular muy alejado de Pelota de trapo. El coautor de El hincha es Enrique Santos Discépolo, coguionista y protagonista. El argumento es sencillo: el Ñato (Discépolo) es un fanático del fútbol, que se pasa sus días buscando jugadores desconocidos que funcionen como cracks del club del cual es hincha. Cuando comienza la película, su equipo está a punto de irse a la B, y él hace todo lo posible por que los directivos del club tomen en consideración a su cuñado para que forme parte del equipo.

el hincha 6

El contexto de la película es, nuevamente, el fútbol como sinónimo de lo barrial, y acá está explicitada la oposición entre esta concepción de lo futbolístico y el mundo profesional, con su eje en lo económico, el “vale todo” a la hora de triunfar, y el desinterés por las emociones de los individuos que forman parte de ese universo. Algo particularmente atractivo de El hincha es su carácter doble en la representación del fútbol y de lo barrial (ambos aspectos indisociables): por un lado, hay un profundo cariño hacia eso que se está representando. Discépolo, reconocido peronista, defensor de “lo popular”, contribuye en la construcción de una mirada cálida del “barrio”, donde los sentimientos son auténticos, donde la lealtad es un valor a defender, y donde cierto estatismo en los vínculos humanos (familiares, de amigos, de pareja) no es sinónimo de tristeza ni de asfixia, sino un espacio de contención, donde los seres humanos pueden desarrollarse plenamente. El trabajo parece ser lo único que aporta algo de infelicidad al Ñato y sus amigos. Sin embargo, es el otro costado de El hincha lo que la engrandece y la posiciona a años luz del reaccionarismo de Pelota de trapo: la película de Romero es una sátira, que juega con las múltiples posibilidades de los elementos que defiende.

El centro de la película, y lo que estructura al personaje del Ñato, es el fanatismo. Uno de los aspectos más memorables del film es, justamente, esa pasión absurda e irracional que siente el Ñato por el fútbol, que lo lleva –por ejemplo– a posponer eternamente el casamiento con su amada, o a faltar durante días al trabajo. Lo que hace que esta dinámica funcione, y que ese fanatismo no sea un obstáculo narrativo para aquello que supuestamente importa en la película (la confrontación entre los sentimientos puros de la gente del barrio –lo bueno– y la mezquindad de la lógica corporativa de los clubes de fútbol –lo malo–), es que ni esa constante suspensión del casamiento ni la ausencia en el trabajo parecen ser un problema para el Ñato. Por ejemplo, su novia es tan fanática del fútbol como él, y lo sigue en todas sus locuras. Uno de los mayores logros de Romero y Discépolo es construir ese universo barrial distendido de modo que pueda ser habitado con libertad y alegría, sin que el espectador sienta la presión del costumbrismo moralizante, que es donde se circunscribe Pelota de trapo. Las dos películas funcionan, entonces, como miradas casi opuestas sobre cómo acercarse a lo popular desde el cine. Son dos películas que comparten una parte de sus miradas (no hay distanciamiento, no hay una ironía soberbia hacia los sectores populares), y que también comparten su vínculo estrecho con el peronismo. Sin embargo, una es una apología conservadora, y la otra una sátira irreverente.

Álvaro Bretal

Publicado originalmente en el blog La pluma en el ojo (marzo/2014)